martes, 10 de septiembre de 2013

Cervantes, genio y libertad. Alfredo Alvar Ezquerra.






Alfredo Alvar Ezquerra parece consciente de la difícil y, a la vez, gustosa empresa que aborda al publicar una biografía de Cervantes. Reconoce, en realidad como todos los que han emprendido semejante tarea en los últimos sesenta años, su enorme deuda con la gran biografía de Astrana Marín, pero esboza algunas cuestiones interesantes. Quizás la más llamativa sea la afirmación de que Cervantes era un hombre “con ganas de integrarse plenamente entre los suyos”, lo que vale también por buscar un lugar en la sociedad.
Hay que detenerse, primeramente, en el abuelo de don Miguel, el abogado Juan de Cervantes que hacia 1504 contrajo matrimonio con Leonor Fernández de Torreblanca, la cual traía una una sustanciosa dote de cincuenta mil maravedíes. Juan de Cervantes desempeñó las Tenencias del Corregimiento de Alcalá de Henares, de Córdoba y de Cuenca. De su paso por esta última se conserva documentación de las más de veinte demandas que sufrió por abusos de autoridad. Más tarde, en 1527, es nombrado alcalde de las Alzadas de Guadalajara donde permanece hasta 1532. Nuevo pleito, en este caso por ciertos amores de la hija de Juan, María, con un bastardo del duque del Infantado (los Hurtado de Mendoza), a su vez mentor del mismo don Juan. El asunto se saldó con la cárcel para Juan de Cervantes y una sustanciosa indemnización para su hija María. De vuelta a Alcalá, los Cervantes hacen vida de hijosdalgos con los maravedíes de la compensación. Como los nombramientos siguen menudeando, la familia se divide: Juan se marcha a Cabra con su hijo Andrés y Leonor se queda en Alcalá con Rodrigo, y aunque acabarán ambas partes de la familia coincidiendo en Córdoba, las casas seguirán separadas, razones tendrían para ello. El testamento de don Juan aclara algo: la herencia pasa a su amante, María Díaz.
Rodrigo, el padre de Miguel de Cervantes, sordo y poco brillante, acabó por elegir la profesión de cirujano. En 1542 hizo un matrimonio ventajoso con la rica heredera Leonor de Cortinas de Arganda, localidad vecina de Alcalá. El matrimonio se carga de hijos y se marcha a Valladolid, donde en 1552 Rodrigo sufre cárcel por deudas. Excarcelado, Rodrigo busca refugio en la ciudad de los Cervantes, Córdoba, pero no viaja en compañía de su mujer e hijos, sino de su madre Leonor. Allí, ambos, coincidirán con Juan de Cervantes, con su amante y con Andrés, el hermano de Rodrigo. Vivió hasta los setenta y cinco años, edad avanzada para la época, pero su vida no fue tranquila, huyendo de un sitio a otro por los préstamos impagados.

Las hermanas de Miguel de Cervantes no tuvieron un mismo destino. Unas, Andrea y Magdalena, parece que vivieron como meretrices, y  la otra, Luisa, profesó en la nueva orden de los Carmelitas Descalzos que ni exige dote ni mira la pureza de la sangre. Rodrigo, nacido tres años después de Miguel, compartirá con este el cautiverio de Argel (1575). Después se entregó a la vida de soldado, fue ascendido a alférez en 1583 y murió de un arcabuzazo el 2 de julio de 1600 en la batalla de las Dunas que supuso la primera victoria importante de Mauricio de Nassau al frente de los protestantes de las Provincial Unidas.  
No hay rastros documentales de la instrucción que recibió Cervantes y la única referencia es la del humanista López de Hoyos que si ha pasado a la historia ha sido gracias a ser considerado maestro del complutense. Alvar reprocha a Rodríguez Marín y a Astrana que se hayan inventado el paso de Cervantes por las aulas de los jesuitas en Córdoba y Sevilla. Probablemente esto sea una consecuencia del largo debate sostenido por los cervantistas sobre si estamos o no en presencia de un “ingenio lego”, esto es, qué tipo de instrucción recibió Cervantes. Hace aquí Alvar un interesante excurso que intentaremos resumir. Ciertamente Cervantes enmascara su autoría hasta el punto de convertirse en narrador de un encuentro en el que por medio real compra su propio libro y no pareciéndole suficiente el precio, añade dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo con las que pagar al traductor. Solo a un lector empedernido, los famosos “papeles rotos de las calles” se le podría ocurrir esta forma de autoría que convierte al escribidor en tan buen lector, por cierto de una historia en la que por leer se pierde el juicio. Papeles que dan la vida, como asegura Juan Palomeque en el capítulo XXXII de la primera parte del Quijote. Luce Alvar una buena observación cuando asegura la bibliofilia de Cervantes y no es solo que cite y hable constantemente de libros y lecturas, sino que parece conocer imprentas y caligrafías. El reproche del “mal citar” que a veces se le hace no respeta la propia estructura de la novela. Sin embargo, aunque cabe reconocer en Cervantes un evidente dominio de las letras en su más amplio sentido, no hay base documental suficiente, al margen de las conjeturas, para afirmar que estemos en presencia de un “gran bibliófilo y un individuo muy instruido”, tal y como indica Alvar.


De 1571 a 1575 son los años de la milicia en la aventura de Italia. Del conjunto de textos que cita Alvar cabe citar como ejemplo de la indudable añoranza que Cervantes siente de esos años, el recogido en El licenciado Vidriera: “Puso las alabanzas en el cielo de la vida libre del soldado y de la libertad de Italia; pero no dijo nada del frío de las centinelas, del peligro de los asaltos, del espanto de las batallas, de la hambre de los cercos…” Para Felipe II 1568 se convierte en un año difícil. El nuevo sultán de Constantinopla, Selim II, ataca Chipre; los moriscos se sublevan en la Alpujarra lo que hará que por primera vez los tercios tengan que entrar en la península ibérica; muere el príncipe de Asturias y también la reina, Isabel de Valois. Las llamadas de socorro del papa Pío V no dan resultando hasta 1571 con el nacimiento de la Liga Santa (España, Venecia y Roma): ¡Lepanto! Cervantes combate en el tercio del capitán Diego de Urbina bajo las órdenes del almirante Andrea Doria. De “aquella felicísima jornada” nos dejó Cervantes un magnífico testimonio, el que da el cautivo en el Quijote (I, XXXIX). Y no bien repuesto de sus heridas, vuelve Cervantes a enrolarse en el tercio de Diego de Urbina y en el de Manuel Ponce de León, después, recorriendo las costas mediterráneas tras la escuadra de Uchalí, el rey argelino. Por voz del cautivo cuenta Cervantes la oportunidad perdida en Navarino, la exitosa campaña de don Juan de Austria en Tunez y su pérdida más tarde, en 1574.  Pero entre tantas campañas, nos sigue llamando la atención el no saber por qué Cervantes dejó de servir al cardenal Acquaviva para hacerse soldado.


En el verano de 1575 Cervantes decide regresar a la Corte y don Juan de Austria le proporciona cartas de recomendación. Embarcado en la galera Sol, un renegado de origen griego, llamado Dalí Mamí, apodado el cojo, apresa la embarcación junto a las costas de Cadaqués o Palamós. Asegura Alvar que es este Dalí Mamí el amo de Cervantes aunque no cita las fuentes. Las cartas de recomendación hacen creer a Dalí Mamí que está en presencia de un “cristiano de alto grado” y pide quinientos ducados por su rescate, un precio desorbitado. Leonor de Cortinas obtiene del Consejo de Cruzadas, haciéndose pasar por viuda, una ayuda de sesenta ducados, treinta por cada uno de sus hijos, pues también Rodrigo está cautivo. La venta de los bienes de la familia y las ayudas no alcanzan sino para rescatar a Rodrigo que obtiene la libertad en 1577. Es muy posible que fuera Rodrigo quien portara la famosa epístola escrita por Cervantes y dirigida al secretario real Mateo Vázquez de Leca, la cual aunque Alvar cita como perdida, parece haber sido redescubierta y reivindicada. Sea o no auténtica la misiva poética cervantina, lo cierto es que Mateo Vázquez, envuelto en aquel momento en la lucha por el poder con el famoso Antonio Pérez, nada hizo por ayudar a Cervantes a quien a buen seguro conocía aunque no fuera más que de la relación existente entre su protector, el cardenal Espinosa, y López de Hoyos. Intentos de fuga frustrados y cuando ya todo estaba perdido, pues el rey Hasán había decidido partir hacia Constantinopla y llevarse consigo a aquel cautivo rebelde llamado Cervantes, de pronto, la providencia personificada en fray Juan Gil llega para hacer efectivo el rescate, es septiembre de 1580 y Cervantes nada más recobrar la libertad pide a fray Juan Gil que con testigos se haga un memorial de su cautiverio para presentarla en la Corte, es la conocida como Información de Argel que se conserva en el Archivo de Indias de Sevilla.

En1581 hay constancia de que Cervantes es enviado “a cosas del servicio del rey”, se supone que fue de espía a Orán. Terminada la misión Cervantes pide por primera vez cargo para pasar a Indias, conservándose una carta dirigida a Antonio Gómez Eraso, secretario del Consejo de Indias. Parece que comienza a escribir La Galatea que no se publica hasta 1585 y que Cervantes dedicó al cardenal Ascanio Colonna. Pero antes del primer hijo libresco le nacerá a don Miguel una hija de sus amoríos con Ana de Villafranca. Cabe suponer que Cervantes permanece en Esquivias después de su matrimonio con la lugareña Catalina de Salazar Palacios en diciembre de 1584. De lo que sí hay rastro documental es de Cervantes en Toledo en 1586 arreglando unos arriendos de su suegra, ocasión que los cervantistas aprovechan para soñar con un encuentro con el Greco. En 1587 Cervantes abandona Esquivias o más propiamente dicho el hogar familiar, Alvar afirma siguiendo a Martín de Riquer que por entonces su esposa ya le era infiel. La base parece un poco débil: el pasaje del Quijote de Avellaneda donde se dice que los maridos engañados se fortifican en el castillo de san Cervantes.

Parece que está ya en Sevilla cuando en septiembre de ese año Drake asalta Cádiz y se comienza a hablar de que el Rey prepara una Gran Armada contra la Inglaterra de Isabel I que en febrero había ejecutado a la la católica reina de escocia, María Estuardo. Diego de Valdivia alcalde del crimen, esto es miembro de la Audiencia con poderes ejecutivos y judiciales, le encomienda a Cervantes la requisa de trigo en Écija y aunque es delegado real, el clero acaba excomulgándolo por dos veces. La Gran Armada, que no la invencible, resultó un fracaso, que no un desastre, y buena parte del mundo pensó que si Dios había negado la victoria no era porque se situara al lado de los protestantes, sino por los muchos pecados de los católicos, al menos eso debió pensar el jesuita Ribadeneira cuando editó su Tratado de la tribulación.  El 21 de mayo de 1590 se recibe en el Consejo de Indias el memorial de Cervantes solicitando oficio en América: contador del Nuevo Reino de Granada en Venezuela, gobernador de la provincia de Soconusco en Guatemala, contador de las galeras de Cartagena o corregidor en La Paz. “Busque por acá en qué se le haga merced” fue la respuesta. Vuelve Cervantes a las requisas por tierras de Jaen y Córdoba, porque el fracaso de la Gran Armada no ha hecho olvidar la necesidad del propósito. Después de cierta acusación que se lanzó contra Pedro de Usanza (Isunza) Lequeito, superior de Cervantes en la comisión, y que este salvo parece que con honradez, Cervantes pasó por varias parroquias de Sevilla. En agosto de 1592 Cervantes firma contrato con el empresario de comedias Rodrigo Osorio con el encargo de entregar seis nuevas a razón de cincuenta ducados por cada una, sin que tengamos constancia de su cumplimiento. Miguel de Oviedo que fue el sucesor de Usanza, muerto en 1593, ratificó a Cervantes como comisario de los embargos “en doce leguas a la redonda de Sevilla”, pero sabemos que recorrió buena parte del sur de la península desde la pacense, hoy, Llerena a Baza, Motril, Salobreña o Ronda. Tras el susto de principios de 1595 cuando el banquero Simón Freire huye con el dinero que había depositado Cervantes, siete mil cuatrocientos reales, llega la pesadilla de 1597. Las cuentas de las partidas de Vélez-Málaga no cuadran según los contadores y a Cervantes se le reclaman 79.804 maravedíes. El fiador, Suárez Gasco, logra quitarse de en medio y Felipe II emite real cédula ordenando que Cervantes acuda a rendir cuentas “y no dándoos las dichas fianzas, le prenderéis y enviaréis preso y a buen recaudo a la cárcel”. Por error, a Cervantes se le exige fianza no por los cerca de ochenta mil maravedíes que debe, sino por el total de la comisión, más de dos millones y medio de maravedíes. En septiembre u octubre de 1597 es encarcelado en Sevilla. Entre esa fecha y abril de 1598 que es liberado, según opinión dominante, se gesta el Quijote. ¿De qué vivió Cervantes al salir de la cárcel? ¿Por qué no regresó junto a su mujer? No lo sabemos. Conocemos que se quedó en Sevilla donde colgó del túmulo real aquel famoso soneto, el que comienza: “!Voto a Dios que me espanta esta grandeza”, y termina: “Miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”. Una mordaz crítica al reinado de Felipe II.


Ciertamente llegamos a los años decisivos, los años del Quijote. Alvar está convencido de la existencia de un Quijote “corto” que circulaba por manuscrito hacia 1604, otros tienen la creencia de un edición del texto antes de la que hoy consideramos la princeps como son Florencio Sevilla o Amezúa. Hay una carta de Lope de Vega fechada el 4 de agosto de 1604 en la que dice: “…pero ninguno [poeta] hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a don Quijote”. Sugestiva, más por emocionante que por atrayente, es la tesis de Alvar que asigna como causa de la enemistad entre Lope y Cervantes, la broma que este le gasta escribiendo el anónimo Entremés de los romances, origen del Quijote. El protagonista de la obra, Bartolo, pierde el juicio y recién casado, abandona a su mujer y se marcha a darle batalla a Drake, y esto mismo, a salvo la enajenación, fue lo que hizo Lope que casó con Isabel de Urbina embarcándose, parece, en la Gran Armada.


Algo de prisa debía tener Cervantes por acabar la primera parte del Quijote, porque no bien lo hubo dado a la imprenta y recogido unos reales de adelanto de Robles, corre a Valladolid donde desde 1601 estaba la Corte. Llega en 1604 y se instala en la actual calle del Rastro (allí hay ahora una sala de exposiciones que se llama la casa Cervantes), pero no va solo, que se lleva a su mujer y su hija natural Isabel (fruto de la relación con Ana Franca), a sus hermanas Magdalena y Andrea y a la hija natural de esta, Constanza de Ovando, es decir “Las Cervantas”. La pregunta parece obvia, pero no tenemos contestación: no sabemos por qué. El 8 de abril de 1605 nace en Valladolid Felipe Dominico Víctor, el futuro Felipe IV. El hecho viene al caso porque para celebrar su nacimiento se celebraron festejos con recepción incluida a los ingleses, ya amigos después de la paz de Londres, y parece ser que Góngora compuso un famoso poema en el que se cita a “don Quijote, a Sancho y su jumento”, lo que indica que los personajes cervantinos, apenas unos meses después de su aparición, eran ya muy conocidos por el pueblo. Quizás convenga aclarar que los cervantistas en su mayoría están seguros de que la primera parte del Quijote apareció para las navidades de 1604-1605.
El 27 de junio de 1605 junto a la puerta de la casa de Cervantes, cae mal herido Gaspar de Ezpeleta, muere dos días más tarde y el alcalde de Casa y Corte manda a la cárcel a todos los habitantes de la casa y  a algunos otros, después se oyen un decena de testimonios y cien cosas más, pero todo el interés por averiguar lo que pasó se deshace después de que una dama declare, sin escribano, porque de proteger el interés de un escribano se trataba. Al poco, todos salen de la cárcel, desaparecen de la casa y el proceso se diluye en el olvido.

No parece estrictamente necesario alegar cambio, mudamiento o acaecer señalado para justificar la inscripción de Cervantes primero, en 1608, en la Hermandad de Esclavos del Santísimo Sacramento y, después, entre los profesantes de la Venerable Orden Tercera de los franciscanos. Muchos son los cervantistas que aseguran una profunda devoción mariana en el espíritu de Cervantes. Quizás el hecho de que Cervantes tenga ya más de sesenta años, una edad avanzada para la época, pueda hacer comprensible la atención que le presta a su alma. Antes de la segunda parte del Quijote publica Ocho comedias y ocho entremeses, aunque con seguridad seis de ellos están ya escritos en 1614, fecha en la que aparece Viaje del Parnaso. Del año anterior son Las novelas ejemplares. Si estas, las novelas, y aquellas, las comedias, aparecen dedicadas al conde de Lemos, no sucede lo mismo con el viaje que lo está a Rodrigo de Tapia, hijo del oídor del Consejo Real y consejero del Consejo de la Inquisición. Ciertamente que las dedicatorias y prólogos cervantinos merecen una muy especial atención y Porqueras Mayo se la ha prestado en sus Estudios sobre Cervantes y la Edad de Oro. Tiene la segunda parte del Quijote tres aprobaciones, pero es la última, la del licenciado Márquez Torres, la que encierra mucho del más autóctono pensamiento pesimista español. Avisa en el prólogo Cervantes que tiene ya casi dispuesto el Persiles y que prepara la segunda parte de la Galatea, pero no le plugo a Dios que esta última se diera a luz ni que Cervantes viera impreso el Persiles, que lo público póstumamente su esposa Catalina Salazar. Murió Cervantes el 22 de abril de 1616 y fue enterrado, con el hábito de San Francisco y el rostro descubierto, en el convento de las Trinitarias. Sus restos se han perdido, quedan sus obras.
El Cervantes de Alvar es desde luego personal, como el de cada uno; tiene momentos brillantes, en especial cuando trasmite la intensa emoción que le provoca la lectura de algunos pasajes y, curiosamente, también cuando deja al margen su estela cervantina y se concentra en resumirnos dos o tres siglos de historia. Entre los desaciertos, que los hay, quizás el más acentuado sea la insistencia machacona en ese modelo un tanto esteriotipado de un Cervantes heroico y ejemplar. Por ese asendereado desfiladero se le escapa el biografiado. 

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