viernes, 3 de agosto de 2012

“Los Buddenbrook” de Thomas Mann



(Comentarios de Efrén ARROYO ESGUEVA)

El autor
Thomas Mann nace en 1875 en Lübeck (Alemania) en el seno de una acaudalada familia de comerciantes. Muerto su padre se reparten la herencia entre los hijos y Mahn, mal estudiante, se dedica a la vida bohemia, a los viajes y a la literatura. Pronto salta a la fama con esta novela escrita cuando solo contaba 25 años, en parte reflejo de la historia de su familia. Más tarde se casa con una rica heredera de origen judío. Esto me recuerda un paralelismo de vida con la de Sándor Márai.
Su obra más famosa es “La montaña mágica” junto a “Doctor Faustus”, y también es muy conocida "Muerte en Venecia" obra que ya comentamos en la tertulia del martes 25 de octubre. Pero parece comúnmente aceptado, que aunque no se tan intelectual como aquellas, la novela que hoy comentamos pesó mucho para que en 1929 recibiera el premio Nobel de Literatura.
También es válido aquí otro comentario que surgió en la tertulia de "El último encuentro" de Sándor Márai, y es que Mann es junto a Zweig, Márai, Hesse y Huxley, representante de un grupo de escritores centroeuropeos, de origen burgués, que utilizan la literatura para exponer los valores del hombre, las motivaciones y pasiones que guían la vida de sus conciudadanos, y el progreso y la honestidad como objetivos.
A Mann como a Márai, la llegada de Hitler al poder le obliga a emigrar a Suiza (residió 5 años), luego a Estados Unidos (15 años) donde adquiere la nacionalida, y finalmente regresa a Suiza, donde muere en 1955.

Los Buddenbrook
Fue una de sus obras más tempranas y la que le lanzó a la fama, sobretodo en Alemania. Es una extensa novela costumbrista (unas 800 páginas), en la que diacrónicamente va describiendo con un relato pausado y detallista el día a día de una familia burguesa alemana de Lübeck durante cuatro generaciones, y que refleja algunas escenas que Mann había vivido en su propia familia. Para ubicarnos, el autor nos sitúa al inicio de la novela un árbol genealógico que nos facilita el seguimiento de la evolución familiar.
Resulta curioso el recurso que utiliza Mann de un testigo fiel de toda esta evolución, un testigo que trasciende a cada generación: el libro de la familia, en el que figuran y se van añadiendo los hechos relevantes del clan Buddenbrook, y que se lee cada año en una de las comidas familiares.
La novela está escrita de manera ágil y de fácil lectura, con capítulos breves en los que Thomas Mann con hábil pluma utiliza cada uno de ellos para situarnos en un aspecto de la época y al leerlos vivirlos desde dentro de la familia. Lo mismo nos describe el rostro de los empleados de la casa, que la vestimenta de cualquier personaje secundario, una receta de cocina o las relaciones adolescentes e imposibles entre Tony (Antonie) y el estudiante de medicina. Desgrana con detalle las costumbres de una sociedad clasista y cerrada, que tolera de mala manera a los que infringen sus normas: el casamiento de un Buddenbrook con una tendera, las trampas de Grünlich para casarse con Tony, los dos divorcios de ésta, la vagancia de su hermano Christian, etc.  
Esta familia inicia su progresión con el Johan Buddenbrook fundador de la dinastía, que hace fortuna a partir de su negocio como comerciante de granos, sobre todo abasteciendo al ejército. A este Johan solo le conocemos por las referencias que hacen de él las generaciones posteriores. Profundamente religioso, tiene un principio que transmite a sus herederos: “emprende durante el día aquellos negocios que te permitan dormir tranquilamente durante la noche”.
Y la novela abarca el devenir de las cuatro generaciones siguientes. De una manera armónica, magistral, vamos avanzando en el tiempo como lo van haciendo las distintas generaciones Buddenbrook. Johan hijo engrandece el negocio heredado, lo afianza y marca las directrices familiares envueltas en rígidos preceptos religiosos. Johan nieto logra acceder además al cargo de cónsul, Thomas el biznieto añade al clan su nombramiento como senador. Y todas las esperanzas están fijadas en el hijo de este último, el heredero del clan, el pequeño Hanno.
Pero no todo es triunfo y orden en el clan Buddenbrook, también coexisten problemas colaterales: Christian (hermano de Thomas) es la otra cara de la moneda, bebedor, fracasado, juerguista y enfermizo, aporta preocupaciones en vez de prestigio a la familia; Clara, hermana de los anteriores, muere poco después de casarse; Justus (sobrino de Thomas) dilapida su fortuna y la de sus padres de manera ociosa; Janus (el último heredero) es tímido, enfermizo, mal estudiante y odia los negocios.
Generación tras generación va describiendo distintas costumbres y actividades de la vida de la época, sin prisa, con detalle y observación, dando la sensación de que estuviéramos presentes: la cena de Navidad, los regalos de san Nicolás, las partidas económicas de la empresa de granos, el desarrollo de una sesión del Senado, las clases de Secundaria, la interpretación de una ópera, el veraneo en una playa, o detalla la visita de un médico, del barbero o de un dentista. Las comidas con toda la familia extensa, un jueves sí y otro no, a las que también acuden los primos, también son Buddenbrook pero de 2ª fila, sin prestigio, que van “a llenar el buche” y a criticar los deslices y fracasos de esta rama encumbrada. Este universo de situaciones es reflejo de la vida europea del momento, de la psicología de sus personajes. De ahí el éxito de la novela y su fácil conexión con el público.
Aparentemente los protagonistas de la novela son los cabezas de familia, los Johan (nombre que van heredando la mayoría de los primogénitos, salvo Thomas), protagonismo que va rotando conforme una generación va sucediendo a la otra. Pero el mayor peso de la novela descansa en dos hermanos: Thomas, último heredero del negocio familiar y que logra además el nombramiento de senador de la ciudad, y Tony,  que a todas luces encarna el papel principal de la novela, y sobretodo la que personifica la esencia burguesa y el afán de promoción de los Buddenbrook.
Es Tony la que, asumiendo la importancia del negocio familiar, renuncia a su pretendiente y amado joven por un matrimonio de conveniencia, poco después fracasado, como también fracasa su 2º matrimonio. Es ella la que encarna los valores y de la familia Buddenbrook, los anhelos de seguir ascendiendo entre las clases sociales de la ciudad, el mantener la imagen y las tradiciones de la familia, el estar en lo más alto de la élite social. Ve a los demás burgueses como competidores, y a las clases bajas como personas de inferioridad social, estrechez de miras y desaliño físico. Es ella la que mueve los hilos para que su hermano salga elegido senador, para que toda la ciudad celebre y honre el centenario de la empresa familiar, la que alienta a su hija para que acepte un matrimonio de conveniencia que les aúpe, tanto es así que su hermano le dice: “Parece que fuera tu tercer matrimonio.”
Alcanzado el título de senador por Thomas, toca construirse una gran mansión acorde con el rango alcanzado, la mejor y más lujosa de la ciudad. Y es ahora cuando éste se acuerda de un refrán turco: “Cuando uno acaba de construir su casa, le llega la muerte.” Y por ahí van los derroteros de la novela. Es ahora cuando empieza a acentuarse el declive del clan familiar: su hijo “Hanno” (otro Johan) nace enfermizo y delicado; su hermana Clara muere enferma de tuberculosis, (y a pesar de no tener hijos, su marido reclama y se lleva su cuantiosa parte de la herencia familiar); Christian sufre de “tormento” en la pierna; el senador se ve desbordado por las ocupaciones, además de celos comienza a sentir mareos; la nueva mansión ha costado una fortuna, que añadido a las dotes y divorcios de su hermana Tony, todo ello restan un capital vital para la continuación de los negocios familiares…
Continúa la decadencia familiar con la entrada en prisión de Weinschenk, yerno de Tony y director de la empresa. Poco después muere la consulesa (madre de Tony y de Thomas), y aún con la madre de cuerpo presente en la habitación de al lado, como aves de rapiña, los hijos empiezan a repartirse sus bienes, y como culmen de la desmembración familiar, las fuertes disputas entre Tom y su hermano Christian: “Bastante vergüenza supones ya para la familia, criatura, para que aún pretendas que nos emparentemos con una cortesana, y que sus hijos reciban nuestro apellido y una cuarta parte de la herencia de nuestra madre. Por encima de mi cadáver tendrá que ser.”  A ello se unen desavenencias entre los hermanos por el reparto de los muebles y por su decisión de vender la casa familiar, donde han vivido las tres últimas generaciones, y que para su vergüenza adquirirá la competencia. Es el imperio que se desmorona sin remedio.
Pocos años más tarde muere el propio Thomas de una caída accidental en la calle tras un mareo. Está claro el ocaso de la familia. Mann nos lo ha dado a entrever en capítulos anteriores aunque aún queden dos herederos masculinos con pocas perspectivas: Christian (interno en un sanatorio), y el pequeño Hanno, que prefiere la música a los negocios y carece de las ansias de poder y de conquista que su padre y su tía Tony deseaban ver en él.
Los tres últimos capítulos parecen postizos y sólo añaden tiempo para presentarnos la muerte de Hanno de tifus. Ya no hay esperanza. Los Buddenbrook han desaparecido como clan.

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